lunes, 5 de julio de 2010

BASURA

Desentonaba con el paisaje. Su atuendo beige, más roto que nunca. Tomó sus bolsas de plástico y con las sandalias del mismo material que estaban encarnadas a sus pies, emprendió su viaje.


En el camino pensaba en cómo le haría para quitarse la comezón de las llagas sobre sus brazos, desde hace días se habían hecho más notables, con pasos discretos pero seguros, tomó un poco de lodo que sobresalía de un envase, se lo untó por toda las heridas y emitiendo un gemido de satisfacción disminuyeron las molestias.

A los dos segundos continuaba su viaje, a cada paso dejaba una huella más marcada que la otra; esto porque su sobrepeso y el profundo dolor de la rodilla derecha la obligaban a recargarse sobre el lado contrario. De vez en cuando se tocaba la parte trasera de su cabeza para darse pequeños masajes; tic que le había quedado por la constante picazón que desde siempre le había producido el sol, los días sin bañarse y el sudor solidificado sobre su cabello.

Al término de una hora se encontraba exhausta por su búsqueda de ALGO que la alimentara, vistiera o simplemente gustara (limpiara no entraba en sus necesidades) y pensó para si “cada vez hay más cosas inservibles”. Aquel pensamiento parecía el titulo de una epifanía mundial; el que aquella mujer que toda su vida hubiera vivido en y del basurero pensase esa frase era hasta cierto punto poético, aunque desolador.

Fue entonces cuando aquel personaje decidió salir por vez primera del único mundo que conocía, EL BASURERO, y satisfacer aquellas pequeñas necesidades en/dentro de la ciudad. Había oído hablar de ella, algo básico, sólo sabía que era PELIGROSO, pero no conocía con exactitud en que medida lo podría ser, pensaba “peligroso como cortarse con una lata, así debe ser”, en realidad nunca había experimentado el tipo de peligro que va acompañado del miedo.

Siguió caminando, se detuvo por segunda ocasión, esta vez encontró una venda que llamó su atención y se la enrollo sobre la rodilla, pensando en lo lindo que se veía. A las dos horas estaba en la ciudad, cerca del centro, ella no sabía donde pero veía con admiración los coches, las casas, si entender completamente porque la necesidad de construcciones y aparatos sin uso, estos eran los que más la consternaban.

Lo que en realidad le fascinó fue observar a las personas sentadas frente a frente observando papeles que para ella significaban cobijas, ventanas o algo para acomodar la cabeza. Recuerda que en un diciembre llegaron a ser una gran fogata que la protegió a ella y a uno que otro ser esa noche.

El sonido de los coches le perturbada a cada pitido, comenzaba a dolerle la cabeza por la confusión de los gritos de que se hiciera A UN LADO o de las personas que evitan VERLA a los ojos mientras ella quería acercárseles. En su andar recogió varios objetos que SI le servían y las bolsas de plástico ahora iban repletas.

En muchos años había encontrado una mina de oro en la ciudad, pese al cansado de la tarea hecho un vistazo al último tumulto de basura junto a un poste, fue cuando comprendió todo. Junto a ella habían tres personas revisando bolsa por bolsa y recogiendo lo que ella sabía PERFECTAMENTE distinguir como UTIL, les hecho una mirada defensora y se dio cuenta que lo inservible llegaba a su mundo porque lo poco utilizable ahora era ROBADO por gente de la ciudad.