sábado, 29 de agosto de 2009

Antes que nada se bienvenido a este espacio. Este mini proyecto surge como reflexión sobre un artículo que leí ya hace algunos meses sobre los “blogs como espacios de expresión” este hace alusión a la necesidad tan desesperada de nosotros los jóvenes de entre 18 a 30 años por decir lo que sentimos y pensamos. En fin, desato en mí esta necesidad de comunicarme a través de la palabra escrita, un poco tiene que ver el ambiente tan bondadoso de amigos escritores que con su pasión me han inspirado y animan para iniciar este proceso, pero en palabras sinceras es una forma de disipar mis propias penas.

Por otra parte el nombre del blog “personajesejemplares” está tomado de una serie de novelas cortas de Miguel de Cervantes tituladas “Novelas ejemplares” donde el término ejemplar atañe al carácter moral que incluyen de alguna forma los personajes de estas novelas. En este blog espero seguir esta línea, en el sentido que describiré la vida de algunos personajes con los que muchas veces me he topado y evitado su rostro, de manera tan inevitable que término vinculada en secreto con su vida y viendo no sólo al vagabundo de una esquina, sino a un ser humano con pasiones y culpas que conviven en un rostro que repetidamente reconozco en vecinos, colegas y en mi misma.

“El señorcito de la esquina”

A dos meses de vivir en un departamento en el centro de la ciudad, apresurada como toda la vida, abrí la puerta de mi casa y recordé que casi tropiezo con algo. Aventé mochila, respiré profunda e inevitable cantidad de veces y por fin “tuve” que recordar que ese algo era alguien, me asome a la ventana y descubrí a un señor de 70 y cacho de años, sentado sobre una silla, frente a una mesa vieja de madera sobre la que vende dulces , rodeado de bolsas. Inmediatamente reconocí sus arrugas con la infinidad de canciones provenientes de su grabadora que durante esos dos meses había escuchado en la cocina, en el cuarto de mi hermana, en el baño y en esa misma ventana. Me culpe por no saber su nombre, pero más allá del nombre, de anularlo ante mis propios ojos. Lamenté no tener dinero y poderle dar un hogar, lamenté no tener el valor para reconocer que era cobarde y egoísta, que no podía meterlo en mi casa por el solo hecho de que no podía, me culpé. La propuesta del año fue preguntarle su nombre, su historia, su vida…nunca pasó.

Don Vagabundo o mejor conocido como el “Señorcito de la esquina” tenía una historia que en voz de mi mejor amiga era: “siempre fue huérfano, no pudo casarse porque nadie lo quiso por la enfermedad que tiene, epilepsia, se duerme ahí porque no le gusta estar encerrado en el asilo y no poder salir a la hora que quiere…no puede porque no hay quien vaya por el...y me regaló estas uvas porque a él no le gustan”.

Llega Diciembre, la gente pasa por esa esquina y cuando coincide con él se bajan de la banqueta como si la idea les hubiera surgido de repente, la música de la grabadora eléctrica conectada a la bodega de esa misma esquina tomó lugar por una con baterías, las madrugadas frías frente a la computadora son amenizadas con la música de esa grabadora y mientras luces intermitentes ROJO/AMARILLO/VERDE se reflejan en su rostro, él duerme sobre una banqueta de dos escalones.