miércoles, 19 de mayo de 2010

MI ULTIMO HIPPIE

   Salido de los años 60’s: cabello largo, pantalón acampanado, colores pasteles (debo mencionar que sin intención alguna de combinarlos), un último Hippie se presentaba a un joven. Nunca conoceré sus intenciones, incluso si tenía alguna, pero no podré olvidar a ese personaje, me recordó al último Hippie de Oliver Sack, neurólogo y escritor, donde el fulano, considerado un ser supremo por sus seguidore, tiene un daño cerebral y pierde parte de su personalidad, donde cómo  único recuerdo de su vida tiene la época de “amor y paz”.

    Pensé, pensé y re-pensé en las posibles vivencias que pudo haber vivido MI último hippie; drogas, sexo, fiesta, fiesta, sexo, drogas, incluso pensé en la posibilidad de un tumor cerebral, en fin, pensé en todo. Pero lo qué me hacía realmente ruido, era una pregunta ¿qué llevó a un señor de más de 60 años a andar por las calles de Xalapa con un top floreado (cuyos colores obvio no sé aprecian por la suciedad, de varios días sin bañarse), un pantalón roto y la sensación de que ha salido de alguna película de Austin Power, sin inhibición alguna?

    De nuevo, obtuve miles de ideas, pero aseguro ninguna es la respuesta a mi duda. Revolví mi pensamiento con la vida de mis vecinos, que día a día viven la “vida loca”, sin compromiso ni interés aparente, confieso que me dio pena aquella idea, porque, honestamente tue pena de aquella posibilidad. La posibilidad de ver cómo jóvenes como yo, pueden convertirse en algo totalmente inservible y convertirse en parásitos de la sociedad. Me sentí Hittleriana y me obligué a borrar aquel dejo aniquilador, y fue cuando descubrí que lo que verdaderamente me molestaba no era MI último Hippie, ni mis vecinos…pensé y  volví a mi.


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